jueves, 21 de abril de 2011

Semana Santa en Antigua Guatemala




Quería escribir algo sobre la Semana Santa en este mágico lugar, pero la falta de tiempo, el correr de un lado a otro, el ocuparse de lo cotidiano, me lo impidió. Así me encontré el jueves a la noche con la Semana Santa encima y sin haber escrito una línea sobre esto.

Pero quiso el destino que encontrara esta nota de Roberto Vásquez, publicada en http://semanasanta.prensalibre.com/, que resume todo lo que quería contar sobre esta festividad en esta ciudad antiquísima, que supo conquistarme incluso mucho antes de que tuviera la fortuna de conocerla.

Espero que disfruten el artículo tanto como yo lo he hecho. ¡Felices Pascuas!

Historia de la Semana

Santa en Guatemala

Por Roberto Vásquez

Hablar de la Semana Santa de Guatemala es hablar de una gran mezcla de creencias y tradiciones, de la cultura y la identidad de un país que sigue con devoción las conmemoraciones de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo.
La Semana Santa guatemalteca se remonta a la época de la conquista, ya que los frailes al traer la religión Católica a las nuevas tierras, también inculcaron la evangelización en forma didáctica, por medio de esculturas que representaban la pasión de Cristo.
Fue así como estas fechas de la cuaresma, y muy especialmente de la Semana Santa, se fue amalgamando con las creencias propias de los indígenas. Esto sucedía a mediados del siglo XVI en la Ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala, por lo que se sabe que la primera procesión salió el 10 de marzo de 1543.
Diversas áreas de las tierras recién conquistadas crearon una escuela propia en las disciplinas de las Bellas Artes: Quito destacó en la pintura y retablos, México en arquitectura, y en Guatemala fue la escultura la que dio más esplendor a la época. Grandes maestros españoles enseñaron la habilidad de la talla en madera, la policromía y el encarnado, es así que los estilos fueron mejorando e incluso muchas imágenes fueron exportadas a diversos países.

El inicio de las procesiones

Por datos históricos se sabe que a finales del siglo XVI se llevaron a cabo las primeras procesiones en La Antigua Guatemala, destacando la del santo Cristo Morto, de Santo Domingo. Posteriormente se fueron adhiriendo los cortejos procesionales de Jesús Nazareno de la Merced, de Candelaria y de San Francisco.
Por disputas entre los frailes de Santo Domingo y de San Francisco se dispuso que el acto de crucifixión y descendimiento de la cruz se efectuara en el Templo de San Francisco, y que la procesión del Santo Entierro fuera del Templo de Santo Domingo.
Fue tan grande la acogida del pueblo a estas manifestaciones públicas de fe, que las procesiones iban acompañadas por representantes de la Curia Eclesiástica, entidades civiles y de Gobierno.  Estas expresiones populares fueron adentrándose tan profundamente en el sentir cristiano de los moradores que ni los desastres naturales, como los terremotos, amainaron su esplendor.
Con el traslado de la capital al nuevo asentamiento en el Valle de la Ermita, en 1776, las tradicionales procesiones fueron ocupando un lugar especial en los barrios cercanos a cada templo.

Ocaso y resurgimiento

Con la persecución del gobierno liberal propiciada por el general Justo Rufino Barrios, en 1872, muchas órdenes religiosas fueron expulsadas de Guatemala, varios templos fueron clausurados o convertidos en edificios públicos, pero el fervor del pueblo se mantuvo incólume y los cortejos procesionales continuaron, aunque de manera más discreta, las cuales resurgen a principios del siglo XX y toman su mayor apogeo a mediados de los años de 1950, manteniéndose hasta la fecha.
La Semana Santa en nuestro país es una de las fechas más importantes en el calendario litúrgico, pues las procesiones identifican a Guatemala alrededor del mundo, tanto por su majestuosidad, dimensiones de las andas, belleza en sus decorados y devoción de un pueblo que vive intensamente la pasión de Jesús.

Las alfombras, una expresión efímera de arte

Coloridas alfombras de aserrín, pintadas con productos naturales, que se extienden en tramos de decenas de cuadras, adornan por pocos momentos las calles por donde pasan las procesiones.
Muchas de esas alfombras constituyen verdaderas obras de arte que en ocasiones llevó varios días crear, desde la elaboración de los diseños y los moldes, hasta que son plasmadas las figuras con el aserrín extendido sobre el pavimento.  Pero sus orígenes son más lejanos que la misma conquista, ya que en la época precolombina ya se elaboraban alfombras para
el paso de dignatarios, reyes, príncipes y héroes guerreros, las que se elaboraban con flores, pinos y frutos, así como con plumas de aves exóticas.

Con la llegada de los españoles, quienes también traían costumbres similares, se unen las dos culturas y forman una de las expresiones artísticas más bellas que engalanan el recorrido de las procesiones.

Los huertos

Los huertos son altares elaborados en días especiales dedicados a determinada imagen de pasión, y precisamente se les llaman “huertos”, porque son exquisitamente decorados con productos de la tierra, como legumbres, frutas, hortalizas, y aromatizados por el corozo, fragantes flores y el exquisito olor del pino.
Los huertos son costumbres trasladadas desde los abuelos, donde se elaboraban en las casas, en una habitación especial, con cortinajes morados, arreglos florales, alfombras con frutas y las infaltables “milpitas”, pequeños recipientes regularmente hechos de latas vacías, a las cuales se les agrega tierra y se siembran las semillas del maíz, para que al entrar la cuaresma ya hayan brotado los retoños que dan el característico verdor a los altares.

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